domingo, 13 de septiembre de 2015

Sobre hombres y dioses vacilantes



Despiertas, regresas del viaje plácido y reparador de saberte incierto, cuando la negrura onírica consume tu existencia y parece que el sueño fue un túnel oscuro del cual no recuerdas nada. Es hermoso saberse indefinido, invisible por momentos en los que no gobierna la voluntad, sino un ámbito más etéreo y elevado, como lo desconocido, pero todo termina cuando hay que bajar las piernas cansadas de la cama tras el roce de los rayos de un sol que ya no brilla, sólo anuncia un nuevo día de pesadumbre, de silencios desgarrados por el bullicio citadino; un sol que revela la imperfección de la vida, sus colores más crueles, sus gritos más desesperados.

           Multitudes huérfanas de padre, desprovistas de todo consuelo fraternal. Arrojados a la cruda existencia sin las armas para enfrentar los misterios que se escapan de nuestro entendimiento, sin poder responder ¿quién soy? ¿por qué soy? Entonces aparecen cien máscaras sonrientes que danzan y cantan alabanzas,  panegíricos al cielo inmenso. Intentan seducir al mundo con argumentos sustentados en lo que debe ser el fuego de la fe. Pero lo que hay aquí es una llama vacilante aferrada al calor de lo absurdo. Se debate entre la vida o la muerte con cada lágrima derramada en nombre del vacío, cada lágrima derramada en nombre de la nada, en nombre de las miradas últimas de los que agonizan y esperan con arrebato el cobijo de la muerte, en nombre de las caricias crueles que nos arranca el amor perdido para siempre, en nombre de la soledad universal y el hambre... En nombre de Dios.

Nos hemos acostumbrado a vivir como el hombre más fiel al que Dios permitió que el demonio lo arrastrara al sufrimiento, despojándole de todo cuanto tenía, abandonado en la ruina y la lepra mientras musitaba incansablemente: ¿por qué?
Job ignoraba que aún viviendo en el esfuerzo y el rigor de los mandamientos divinos, siempre habrá algo que se escapa de nuestra naturaleza pecadora, nuestro entendimiento limitado y carnal; un algo que no se escapa de la incoherencia sagrada. Si ni siquiera es enteramente posible cumplir todos los preceptos de Dios, entonces ¿por qué llevar en el corazón y la lengua una fe sin respuesta, una fe que castiga y prueba por amor? Tal vez no conozca lo que es el amor de Dios, pero si es así ojalá nunca lo experimente.

         Ese amor les duele, lo puedo ver cuando se hincan y claman a Dios en el umbral del púlpito; lo veo cuando otros alzan los brazos al vacío, esperando franquear un límite desconocido con los dedos. Sin embargo, el deseo los mantiene enhiestos, aun sabiendo que no obtendrán lo que desean en la brevedad y forma que esperan. Así es la veleidosa voluntad de Dios, y no importa, no importa porque se entregan a sus rodillas llagadas, a sus rostros descompuestos por la vehemencia del Espíritu Santo, a sus labios desgastados por la locura de repetir el peso de un nombre inalcanzable. Les duele el angustioso presente, por eso cierran los ojos con fuerza y caen rendidos, no ante la enormidad de la omnipotencia divina, sino ante su propia impotencia. Viven entregados a la superflua plenitud; sonríen y se dejan abrazar por una felicidad aparente en un mundo tan desprovisto de sosiego, un mundo colmado de angustia, podrido de dolor. Por suerte, existen quienes sentimos por los demás, quienes llevamos en el alma el peso de todos los llantos y plegarias que no llegan al cielo.

         Existe demasiado sufrimiento, demasiada indiferencia de un Dios que no responde el fervor de su creación. Todo parece una perpetua búsqueda de algo que no existe, como si el sentido de la vida se tratara de aceptar el sinsentido de entregarse a la locura del vacío existencial y atroz. Vivimos de esperanzas y eso, es prueba de la irracionalidad del hombre. Abrazamos la esperanza más ínfima y absurda en medio de la catástrofe actual y caminamos hacia el abismo, con la sonrisa de quien ha hallado un valioso secreto. De no ser así, nos arrojaríamos a la muerte en el primer desliz; por eso existe la religión como salvavidas en el perpetuo tormento de la vida, por eso a la religión no se le hacen preguntas que tendrán contestaciones que se escapan a nuestra lógica, la esperanza no despeja dudas en este sitio tan inerme de respuestas.

Cualquier doctrina y creencia es válida al recordar la abrumadora realidad, pero no todos tenemos la capacidad de creer, esa es la razón por la que algunos se pierden antes de llegar al final... En cuanto a los que seguimos acá: la irracionalidad nos mantiene con vida.



miércoles, 17 de junio de 2015

Diálogos de amantes inertes


Desde la ventana de mi habitación dejo pasar las noches y sus reverberaciones hostiles en estas paredes que retienen la imagen de unos ojos color ron y espejos rotos.

Desde el sexto piso de un edificio derruído por tu ausencia me aferro a la vida como esta llama intermitente que encienden y apagan mis dedos, que existe porque existo, así estoy, pendiendo entre la dualidad de vivir libre de ti y esclavo del recuerdo.

Desde la banca del parque en el que no solía pasar el tiempo, me dejo envolver por tus murmullos, ofuscados por el canto de las aves. Me suspiras en el oído al momento que pasa una ráfaga de aire tibio. Te tomo de la mano mientras me retoco el labial, mi sonrisa sangra de distancia y tiempo.

Desde esta calle sumergida en un oleaje de bullicio y caos, me encuentro varado en la orilla de un mar de concreto. Camino desesperado, aún sabiendo que mis pasos jamás podrán alcanzarte. Continúo sumergido en tu piel: etérea e inasible.

Desde esta cama en la que revolvías los fluidos del placer y la tristeza, tu cuerpo helado me acecha bajo las cobijas tan lóbregas como tus motivos. La gente no sabe todavía lo que es proteger lo que amas con la locura del puñal bajo la almohada.

Desde la soledad que cubre esta noche, recuerdo tu naturaleza de estrella sigilosa. Te imagino suspendida en la gravedad de Sirio, en medio de astros remotos y cosas demasiado lejos de la razón humana. El averno se ha vuelto utopía desde que allí habitas. 

Desde aquel día no logro mirarme sin pensar en tus manos cubriendo de sangre el espejo. En el silencio que otorga la muerte, en la soledad dilatando tus venas.












miércoles, 20 de mayo de 2015

Reseña "Las fauces del abismo": entre monstruos y espejos



Las fauces del abismo


Ignacio Padilla (Ciudad de México, 1968), destacado escritor mexicano que ha sobresalido por su genialidad narrativa; es docente, investigador, ganador de importantes premios y perteneciente a la sonada Generación del Crack. Las Fauces del Abismo es un título de invitación incierta que nos dirige hacia una lectura aún más misteriosa. Retomando la tradición de los antiguos bestiarios medievales que eran clasificados por los elementos naturales de cada animal, así mismo Ignacio Padilla propone esta primera parte de monstruos telúricos que conformarán su Micropedia.
Bastan nueve cuentos para remontarnos en una galería que comienza con el misticismo propio de los relatos orales medievales, hasta los tiempos indefinidos del renacentismo, pasando por lugares que se tornan inverosímiles, permeados de leyendas que franquean el límite entre la verdad y la fantasía.
Mediante una prosa arcaica, llena de conjeturas borgeanas, anacronismos y recursos retóricos poco comunes, Padilla crea el ambiente discursivo necesario para la completa inmersión en sus bestias, en esos espejos que revelan la naturaleza humana a través del reflejo de la animalidad. Así es como lo fiero y lo oculto del hombre se revela en los monstruos, alegoría necesaria para descubrir quiénes somos.
Existe una tendencia a la ambigüedad en algunos relatos, ciertas bestias no tienen una forma y descripción definida por lo que la incertidumbre es el verdadero terror con el que Padilla empaña a los lectores, conducidos a las orillas de la intriga.
El estilo de Ignacio Padilla es arcaico y anacrónico, el uso de recursos estilísticos poco vistos en la actualidad es parte de la ambientación temporal de cada cuento. Palabras rebuscadas y expresiones que buscan una armonía entre la eufonía y la idea a transmitir, vicio que para algunos atañe la lectura de complejidad innecesaria. Sin embargo, ese es el objetivo del autor, sumergirnos a nuestra interioridad animal y a su vez, al monstruo del lenguaje con todas sus formas y luchas intelectuales.
El animal es un reflejo de la propia brutalidad (en ambos sentidos de la palabra) humana, uno termina reconsiderando su inmanente bestialidad que nos acompaña desde tiempos remotos. Borges hablando de dragones mencionó que ciertos monstruos son necesarios, y los monstruos de Las fauces del Abismo lo confirman.
Arañas que encaran el miedo humano al olvido perpetuo y la memoria efímera, ladridos angustiosos de ultratumba que crean reminiscencias de culpa, simios que transmiten en los ojos disparatados rezagos de otras almas, extrañas tortugas que convertidas en espejos reflejan la miseria del alma, seres devoradores de luz y otras criaturas, nos conducen a un estado de catarsis necesaria para descubrirnos y aceptarnos como individuo y sociedad.

Uno puede pensar en bestiarios modernos y recordar a Borges con su Manual de zoología fantástica, a Arreola y a Cortázar, pero Ignacio Padilla nos sumerge en un anacronismo que implica relatos antiquísimos en tiempos donde los lectores ya no buscan leer de fiereza animal como en la edad media, ni mucho menos una prosa vintage. Este bestiario es una prueba de valentía para todo aquél que se atreva a asomarse al espejo perenne de la evolución, pues ¿qué tan alejados estamos de la animalidad realmente?





domingo, 3 de mayo de 2015

La insoportable brevedad de un te amo





... cuando a mí mismo ya no me responda
y no tenga día ni cuerpo
entonces seré tuyo
entonces te amaré para siempre.  





Las promesas no se rompen, sólo caducan. Sí, es complicado entenderlo por el carácter inmedible que le hemos atribuido, olvidando así que la palabra "promesa" sólo cabe en nuestra naturaleza mortal porque 
¿qué sabemos de la perpetuidad? 
                                         ¿qué es "para siempre" si nuestro conocimiento de lo eterno culmina con la incertidumbre de la muerte? 

Entonces, no hay promesas rotas, no hay mentiras ni fraudes cuando en los momentos de mayor comunión cierro los ojos y juro o prometo amarte siempre. 
¿Quién realmente puede asegurar la duración de un sentimiento?  
                                                                                        ¿quién es capaz de entender la veleidosa voluntad del espectro de emociones humanas? 

Cuando digo "te amo" el presente se concentra en la pronunciación sincera, pero apenas la palabra se libera de mis labios no puedo hacerme responsable de su efecto posterior, de la brevedad, su tiempo de vida, de su carácter tan efímero como yo... 

Amar, te amo, otra frase complicada de entender, otra palabra que el hombre en su afán de poseer lo inasible, en su afán de tornar el vértigo del misterio en algo seguro y perdurable, o en su ingenua pretensión de aferrarse a lo real, ha tratado de condicionar cargándola de duración y concreto sentimiento. 

No puedo prometer estar contigo toda la vida si sólo tengo mi ahora que se escapa de las manos, pero puedo decir que te amo lo que dure mi eternidad, ya sea una hora, un día o algo más. 




sábado, 4 de abril de 2015

En la furia de las olas

Huyendo de la gente me escondí en la furia de las olas...

Él iba tras de mi, empeñado en seguirme el ritmo, sostenía mi mano como si el temor de perderla lo albergara con cada paso ávido hacia el mar. Elijo el lugar más recóndito y oscuro de la noche para depositar mi turba y mi hastío. He dejado la fiesta atrás, atrás dejo al mundo que continúa con su rígida rotación en sentido inverso al reloj. Sumerjo las manos en la arena, con el gesto de enterrar el tiempo que desperdicié entre risas fingidas y comentarios irónicos, como pidiéndole disculpa a la tierra por mi indiferencia, y me entrego a la inmensidad del  mar que se desborda en mis pupilas. Intento no parpadear para no perder un sólo segundo la inasible voluptuosidad. 

Trato de hacerlo llegar, de convertir un estado del alma en palabras vulgares, limito la sagrada visión para describirle lo que acaece dentro de mi... Quiero que sientas lo que el mar me provoca ¿no escuchas los gritos de los hombres ahogados en cada estrépito de ola? ¿No sientes cómo un vértigo misterioso y frío te sube hasta los huesos y te sugiere avanzar hacia el límite infranqueable que se pierde entre el deseo y las manos aferradas al suelo? 

Él me escuchaba como un niño maravillado por un cuento, como la primera vez que descubres  la desnudez de la luna, o como si hubiese hallado un secreto sin haberlo buscado. Perseguía ansioso mis ojos clavados en el horizonte marino, perseguía un par de palabras sin sentido, inconexas y lanzadas al vacío por mi desinterés de explicarle más, más de ese mar que me tragaba las entrañas, más de las estrellas que me aplastaban con su falsa presencia, más de esa perla gigante colgada del cuello de la noche y reflejada en sus ojos que brillan de preguntas. 

Aparto al fin mi mente de los pensamientos que van y vienen; suben y bajan con la marea, amenazan con ahogarme. Huyo de mis cavilaciones, regreso a su gesto aturdido y descompuesto, trato de reavivar el fuego ente las cenizas inertes de sus ojos y él me abraza, en mi pecho se esconde del aire que azota sus dudas. ¿Pero qué sucede con mis dudas? esas perras negras que me muerden hasta destajarme la carne. A veces una mirada furtiva o esa mueca en mi boca se cuela por las grietas de mi decidido silencio, me traiciona el cuerpo cuando se empeña en gritar a bocanadas la verdad. La verdad, la verdad es todo lo que no sabemos, la verdad es que no nos entendemos. La verdad es que el pasado nos ata como la roca a Prometeo, nos devora por dentro como el águila a las entrañas.

viernes, 20 de marzo de 2015

Cavilaciones aformes

¿Puedo escribir sin saber lo que quiero decir? ¿Hasta qué punto soy marioneta de las palabras y conceptos, tan desgastados y vulgarizados? ¿Por qué debo aprender a humanizar lo etéreo y sublime si en la parquedad de mis expresiones no alcanzo a demostrar lo indemostrable?

 Hablar, hablar, recordar conversaciones a partir de sensaciones carnales. Hechos que se deforman en la memoria con el paso del tiempo, con el uso y deshuso de los recuerdos; como viejos harapos desgastados por el apego continuo. Y me debato entre la dualidad del pasado y el eterno presente que se extingue antes de terminar de pronunciar "AHORA".

Ahora que las memorias se condensan en medio del vapor de una ciudad que se consume en su bullicio.
Ahora que el sudor en la frente se contrapone con los labios secos de un frío sin tregua.
Ahora que la ficción se ha limitado a vivir en los sueños; yendo y viniendo entre ambos extremos de un puente que divide el tiempo.

Vivir, vivir produciendo. Produzco presencia, argumentos, convivencia, amor quizá... pero no hay nada más de mí. En el cenit del ego encuentro el sinsentido. Apenas vivo, me arrastro al final del día con miedo a la incertidumbre de la noche. La cobardía no me permite avanzar. Cuando avanzo las preguntas me detienen. Si me detengo la imperturbabilidad me consume. Si me consumo renazco. Cuando renazco los estímulos me enceguecen...

Vivir, vivir para dudar hasta de mi existencia. ¿Por qué se asciende si no es para caer? ¿Por qué «afirmamos» si en siglos de vida, nadie ha podido (ni podrá) definir la «verdad»?  ¿Por qué el susto al abrazar la idea de ser la pesadilla de una criatura imposible de imaginar?  Soy pesadilla, soy atroz desesperanza de algo que sueña con tormentas. Soy producto de una digestión cerebral. Soy sueño.

lunes, 16 de marzo de 2015

De religión a desesperanza



Desde la tierna infancia, por influencia de mis padres, crecí con valores y conocimientos cristianos que a estas alturas de mi vida, distan mucho de un resultado deseado. No planeo escribir sobre creencias, sino utilizar la experiencia de haber pertenecido sin «ser». En mi primera entrada, escribí sobre las bifurcaciones que se abren entre las juventudes: están aquellos que se entregan a las sensaciones inmediatas y efímeras de la vacía convivencia, y la otra minoría que se excluye en la aparente tranquilidad de la soledad. Sin embargo, ¿qué es lo que sucede, o dónde están aquellos que no son abarcados por estas dos esferas divisorias? 

Los viernes, los sábados, días que suscitan el sabor del libertinaje para cualquier joven mundano, son los predilectos para aquellas reuniones donde adolescentes y jóvenes adultos se reúnen con el propósito de servir a Dios. Muchos se acercan creyendo que la finalidad es encontrar sosiego en medio de una sociedad desenfrenada, y esa finalidad la mantienen como estandarte en sus corazones, con la misma esperanza del penitente que ha hallado su cueva de reclusión.

Les duele, lo puedo ver cuando se hincan y claman a Dios en el umbral del púlpito, lo veo cuando otros alzan los brazos al vacío esperando franquear un límite desconocido con sus manos, sin embargo se mantienen enhiestos, aun sabiendo que no obtendrán respuestas en la brevedad y forma que esperan. Así es la veleidosa voluntad de Dios, y no importa, no importa porque se entregan a sus rodillas llagadas, a sus rostros descompuestos por la vehemencia del espíritu santo, mientras se desgastan los labios y la voz por batallas de personas desconocidas, y también por las suyas propias. Les duele el angustioso presente... por eso cierran los ojos con fuerza y caen rendidos ante la enormidad de su impotencia.

Salgo de esas reuniones abatida, ¿no debería ser al revés? Es que ¿cómo puedo encontrar paz rodeada de llantos y murmullos cada vez más pronunciados y que de un momento a otro se convierten en enervadas peticiones? No todos tenemos la capacidad de creer. 

Vivimos de esperanzas, lo cual, como dijo Sabato, es prueba de la irracionalidad del hombre. Abrazamos la esperanza más ínfima y absurda en medio de la catástrofe actual y caminamos hacia el abismo con la sonrisa de quien ha hallado un valioso secreto. De no ser así, nos arrojaríamos a la muerte en el primer desliz, por eso existen estos grupos que mantienen la esperanza en un mundo tan desprovisto de ella. Algunos encuentran su esperanza en la religión, otros en la diversión y el compañerismo, otros pocos en solitarias distracciones, todo es válido al recordar la abrumadora realidad. La irracionalidad nos mantiene con vida.


sábado, 28 de febrero de 2015

Análisis semiótico "El Club de la Pelea" (fragmento)

Violencia anti-consumista







La siguiente categoría del signo consiste en demostrar la principal lucha y objetivo del Proyecto Caos (entre otros). Recordemos ahora, la antigua vida del narrador antes de Tyler Durden: un departamento acomodado en un edificio que connota una clase social media-alta; el narrador tenía un afán de adquirir muebles por catálogo Ikea, aun cuando ya tenía lo que necesitaba, un deseo lo movía a pedir la mesa de sala en forma de ying yang, y las vajillas artesanales, y todo aquello que jamás utilizaba pero que era requerido como parte de un sistema psicológico para obtener una falsa estabilidad; era una manera de comprar y llenar su departamento de muebles como una analogía para llenar su vacío interno.

La película demuestra un interés claro en trasmitir la aberración por un sistema económico que ha ido en la alza con el paso del tiempo. El capitalismo, la publicidad, han llegado al límite de manipular nuestras decisiones e incluso nuestros deseos, hasta el punto de sentir la necesidad de adquirir «algo» no por utilitarismo, sino por el símbolo que le atribuyo, llámese sentimentalismo, seguridad, status, personalidad, etc. Cuando el narrador, en su desesperación comienza a perseguir todas las huellas que lo conducen a la verdad respecto a su identidad, Tyler le menciona que sólo fue una víctima más del sistema social, «la gente lo hace todo el tiempo, se visten como quieren ser y actúan como quieren ser, no tienen el coraje de no dejarse llevar», el narrador se vio en la necesidad de crear un alter ego imaginario que fuese todo lo que él no podía ser, tal y como lo hacemos al comprar una prenda que pretendemos que nos defina, que transmita a los demás lo que queremos ser.
En algún sitio leí que dentro de una sociedad capitalista no existen las personas sin religión, nuestra religión es el consumo y el dinero el objeto de sacralización. Sebeok define al fetiche como algo reverenciado irracionalmente, que incluye simultáneamente el cuerpo, el alma y la cultura.
El fetiche en semiótica, como signo indexical «está, por regla general, entremezclado con elementos tanto icónicos como simbólicos en proporciones diversas, dependiendo el contexto de uso» (Sebeok, 115), con lo anterior conjeturo que: la imagen económica es un ícono que remite al dinero, el cual a su vez establece diferentes simbolismos dependiendo de la situación de la persona, quien, considerando el simbolismo que emplee, le atribuirá lo que Erckenbrecht, llamó fetichismo de género, aplicado a la relación que existe entre la gente y los productos que adquiere o entre el valor y el uso de cambio. Geras, ve los orígenes de este concepto en la distinción entre la «esencia» (relaciones sociales) y «aparición» (la manifestación externa de tales relaciones). Geras dice:

«Es debido a que existe en el interior de la sociedad capitalista un tipo de ruptura interna entre las relaciones sociales que se obtienen y la manera en que se experimentan, por lo que el científico choca con la necesidad de construir la sociedad en contra de las apariencias. Así, esta necesidad no puede seguir siendo considerada como una importación arbitrara en el propio material teórico (…) Al parecer conduce por un camino más corto al núcleo de la noción del fetichismo». (en Sebeok, 109)

Está claro el profundo vínculo psicológico y cultural que existe en torno al «capital», hasta el punto de sustituir el valor que le atribuyo por el objeto que compro; este es el deseo máximo de la publicidad. Justamente el objetivo del Proyecto Caos, y epicentro de la ideología destructiva de Tyler se enfocan en un desmoronamiento de la fetichización que tiene a la sociedad embelesada.
            Durante la película podemos ver elementos publicitarios de empresas multinacionales y corporaciones que refuerzan el discurso, tales como la repetitiva aparición de vasos con la marca Starbucks, los anuncios de Pepsi, los aparatos marca Apple que destruye el Proyecto Caos, la empresa Goodyear, entre otros. Así, reitero, el fetiche es el deseo máximo de la publicidad; si el comprador logra crear un vínculo emocional, psicológico, cultural o de lo que sea, en cuanto a cierta marca del objeto adquirido, se concreta el ciclo publicitario en el fetiche, ya que esta persona será un consumista eterno de aquel producto.
Recordemos la sátira que se produce en el discurso en cuanto a la creación de los jabones hechos de grasa humana. Tyler robaba la grasa de las personas que pagaban para sacarla de su cuerpo por medio de liposucción; y en forma de jabón, se las regresaba a cambio de un precio, según la película exorbitante, por lo que el jabón no era un producto dirigido a consumidores universales, sino a un grupo social exclusivo que poseía la capacidad económica tanto para hacerse cirugías con fines estéticos, como para comprar jabones de precio elevado. «Les vendemos la misma grasa que se sacan de los culos».

El Club de la Pelea es una película corrosiva; cualquier persona que se haya inmiscuido en sus discursos tanto estéticos, cinematográficos como en el ámbito textual, se encontrará fascinada por la enormísima variedad de elementos que ensalzan la historia.

lunes, 23 de febrero de 2015

Paréntesis Catatónico

    Los primeros rayos de la mañana se anuncian sobre las sábanas blancas y tú continuas en estado de aturdimiento; entregado por completo a la noche, que como todo, te acaba de abandonar. La piel se escuece mientras te consume el terror que sube y baja con incandescencia desde el vientre. La única certeza que domina es la del tiempo inclemente, pero los pensamientos tienen freno y tu ser entero se resiste al movimiento. Regresa el pasado como una ola que recorre tu boca con su sabor nítrico y nauseabundo, se escurre en un hilo espeso que desciende desde la comisura de tus labios... ese es tu único presente: la saliva que lubrica el letargo del cuerpo.

La voluntad del instinto despierta y se agita en tus ojos, bullen, como si el calor de la realidad estuviese caldeando en tu interior. Las lágrimas brotan, no de tristeza, sino por desasosiego. Una palabra anclada a un gemido de auxilio intenta escapar de tu garganta pero no sirve de nada, tus extremidades continúan sumergidas en la anestesia del tiempo.

 Poco a poco, el freno de tu mente se va desvaneciendo; las ideas revueltas llegan en tropel, pero cubiertas de una espesa neblina. Las sientes, las quieres, pero se escapan, juegan, se esconden en la obnubilación. Sabes que pronto terminará cuando puedes cerrar los labios y detener el flujo de saliva que te arrojó al presente. Sabes que pronto terminará cuando las lágrimas ardientes se evaporan o se tienden a secar en tus pestañas. Como un débil toque eléctrico puedes percibir la liberación lenta de tus piernas. Regresa la voz y lo primero que sale de tu interior es una palabra ininteligible, pero sin duda de terror. Sólo deseas cortar de tajo los pesares de tu exceso. Huir de ellos para siempre, pero "para siempre" es indefinido, y lo efímero se convierte en tu única salida: un paréntesis del tiempo.


domingo, 22 de febrero de 2015

De antros a soledad

     Es sorprendente la cantidad de mocosos que ansían la mayoría de edad por el privilegio de introducirse al fin a la "verdadera" vida nocturna. El entretenimiento ha ido evolucionando con el tiempo. Antes, las masas solían reunirse para ser testigos de sangrientas batallas, gladiadores, bestias devorando hombres, danzas dirigidas a un sinfín de dioses, entre otras distracciones que los siglos, han disfrazado, cubriendo sus genuinos orígenes para mantenernos embelesados en esas cavernas donde convergen la convivencia y el placer como principales anfitriones; porque ¿qué puede ser más primitivo que una danza de apareamiento durante el exotismo nocturno?

Aceptemos que la gran mayoría de los jóvenes mayores de edad, hemos pisado aunque sea una vez en la vida un antro o centro nocturno. Sobre las finalidades que conllevan a un alma en desgracia a parar en esos lares, podría esbozar una lista que se prolongue hasta la perpetuidad, pretextos nunca faltan cuando se trata de "diversión", pero ¿qué hay detrás de la simple convivencia, de la música estridente, el calor humano, el alcohol y demás estupefacientes, que cual luz a la mosca, atraen sin lograr una irrefutable razón?

Los escalones de la sociedad se determinan por logros interpersonales:

 Lograr belleza física. Desbloqueado
Personalidad atractiva. Desbloqueado
Inteligencia media. Desbloqueado
Popularidad/vida social/seguidores. Desbloqueado

.... Todo ello basado en lo que los demás van moldeando y conceptualizando de nuestro "yo". Es decir, un ermitaño se encontraría en el escalón uno debido a su "imposibilidad" para desbloquear los
demás logros (ejemplo estúpido porque al ermitaño ni siquiera le interesaría desbloquearlos). Entre más gente conozca, más me relaciono y esta es mi manera de establecer mi lugar en el mundo, de ascender, definirme a través de comentarios, aceptaciones y "me gusta".

Empíricamente afirmo que existe un gran número de jóvenes para quienes la "soledad" únicamente se trata de encontrase en un sitio privado de gente. Y es que, ¿puede ser tan difícil entender que existen individuos que se sienten solos a pesar de poseer amistades y familiares? Es difícil captarlo cuando hace falta ese tiempo de introspección que únicamente se logra en la soledad, pero se hallan tan ensimismados los unos en los otros que no pueden verse si no es a través de otros ojos. Es así como la superficialidad del pensamiento funge de persuasor, y son los persuadidos aquellos que recurren a clubes, fiestas, antros y todo tipo de lugares que garantizan el bullicio suficiente como para acallar los pensamientos.

Por naturaleza somos seres sociales, pero la naturaleza también es veleidosa. Es egoísta pensar en la autarquía, así como creer que no necesitamos de los demás, es absurdo. Lo que no es absurdo es disfrutar de la propia compañía antes que la de los demás. No es algo absoluto, también necesitamos tiempo para descansar de nosotros mismos, como diría Cortázar; pero se ha perdido ese goce privado, los jóvenes prefieren abrir chats y responderle a un ordenador antes de plantearse preguntas a sí mismos...

No es síntoma de enfermedad, es un gusto, una preferencia y en mi caso, una decisión. Es difícil cuando te das cuenta que la saliva o las letras no bastan porque jamás alguien abarca en totalidad la esencia de lo que tratas de explicar, los conceptos se emiten en x pero se reciben en y. La empatía, tan valorada por muchos, actúa como mediador de confusiones, cuando las experiencias de la otra persona sobrepasan las tuyas, pero entonces, no es auténtica comprensión, sino ingenua pretensión.
Eso es la soledad, tener tanta gente que escuche pero nadie quien entienda.

Escribo esto como respuesta al chico que cada vez que me ve, me pregunta por qué siempre estoy sola, y que si no quiero salir a "divertirme".

Todos los días atravieso caos de luces iridiscentes, pulsaciones sonoras y confusión abisal, sin estar siquiera cerca de un antro y eso ya es suficiente para mi.